Compañero Presidente
agosto 8, 2013 | Posted by historia under España, Solidaridad por países |
La detención de Pinochet ha reabierto una de las últimas salvajadas del poder militar contra la voluntad civil. En Barcelona hay un monumento a Salvador Allende. Alguien tenía que contárselo.
Ya lo ves, compañero Salvador. Tanto tiempo recordándote entre los libros amarillentos y las películas en blanco y negro y hoy me he encontrado contigo en el vértice del Carmel. Hay que salir del centro de las ciudades para encontrar las historias recientes. Los nombres del centro están ocupados por gentes antiguas y por linajes del lujo. En el centro están Cartier, Loewe, Hermés. Y mucho más lejos están la plaza de Karl Marx, la plaza Salvador Seguí, la estatua de la República y esa plaza escalonada que Maragall te dedicó justo frente al santuario de Coll, entre el centro cívico y una pared donde campea la única placa con tu nombre. La tuya es una plaza débil, como te habría gustado, porque las plazas fuertes son cosas de milicos y de ésos mejor no hablar.
Pero hoy he venido aquí para contárselo. Es lunes y está lloviendo con esa lluvia otoñal que en vez de mojar se escucha. Barcelona te ha dedicado un muro de hormigón con vistas al valle de donde surge la cabeza de bronce que te esculpió tu compatriota Lautaro Díaz Silva. ¿Quieres que te diga, compañero? Estás más guapo en la escultura que con aquel casco de urgencia que te pusiste en La Moneda para defender tus últimas fotos y nuestra penúltima dignidad. Por si fuera poco, el artista te esculpió con gafas, y eso no es frecuente. Esas gafas de gente leída, de gente que las ve venir, de gente que mira más allá de los que se ve en el horizonte chato de las miras telescópicas, es lo primero que la violencia rompe cuendo intenta tomar el poder. Todos los dictadores les tienen un miedo enorme a las gafas. Hitler y Pol Pot destruían a los gafotas porque la vista cansada siempre acaba descubriendo el interior de las personas.
Tus gafas de bronce no te han permitido ver la muerte de tantos, los libros ardiendo, los cadáveres flotando por el río Mapocho, los desaparecidos a los que se les negó la existencia, el otoño del asesino, el retorno de una cierta calma, la democracia vigilada, el olvido también vigilante y el chantaje vitalicio del tirano
Pasa un perro. Suena una campana. Y tú mirando el estanque tembloroso por los redondeles del agua. Tus gafas de bronce no te han permitido ver la muerte de tantos, los libros ardiendo, los cadáveres flotando por el río Mapocho, los desaparecidos a los que se les negó la existencia, el otoño del asesino, el retorno de una cierta calma, la democracia vigilada, el olvido también vigilante y el chantaje vitalicio del tirano. Tú no volverás a pisar las calles nuevamente de los que fue Santiago ensangrentada, pero este fin de semana a tu verdugo se le rasgó la capa de la impunidad. NO es nada, un simple descosido legal en un mundo de intereses blindados. Peor algo ha florecido en las alamedas de la humanidad y por eso te he traído los periódicos aquí, para contártelo. Compañero Salvador: ¡Qué lejos queda todo y sin embargo qué cerca viven todavía los demoledores de sueños! Hace 25 años todos éramos más jóvenes, a veces pienso que tú más que yo, y no sabíamos que la barbarie no se crea ni se destruye sino que simplemente se transforma en función de la gorra militar que la protege. Hoy el enemigo del pueblo ha sentido un pequeño aguijonazo en la entrepierna del orgullo. Al Gobierno de mi país le corresponde ahora demostrar que la apelación al Estado de derecho no es una manera de camuflar el Estado de derecha. Pero mientras tanto aquí tienes éstos periódicos, como flores de la pequeña revancha de los hombres dignos. He visto sonreír al bronce de tu busto y te he imaginado de nuevo residiendo en la tierra. Ya ves, compañero: a veces descansar en paz no es del todo imposible.