Chilen@s en Mozambique
septiembre 14, 2013 | Posted by historia under Exilio y solidaridad, Mozambique, Solidaridad por países |
por Jaime Rovira
» Araucaria de Chile, Nº 19, 1982 págs. 99-109
» Testimonio recogido por Carlos Orellana
¿Chile, país de historiadores? Tal vez si, tal vez no. La prueba deberá hacerse si es que se quiere acreditar el derecho a la persistencia de una reputación bien ganada -parece- en un siglo que ya no es el nuestro. Lo que no necesita probarse, por el contrario, es que el chileno y sus instituciones no hacen nada o hacen muy poco para facilitar la labor de sus historiadores. Escasos esfuerzos serios por conservar el documento, por sistematizar el testimonio, por organizar los puntos de apoyo de la memoria. Una rara perseverancia, en cambio -aunque no sea sino por omisión-, en destruir la huella de lo que con el tiempo deberá convertirse en objeto de la Historia. Este periodo del exilio, tan inesperado y tan rico en acontecimientos, ilustra esta realidad, que ARAUCARIA -digámoslo de paso y sin falsa modestia- procura de algún modo remediar. Aunque no es suficiente. En el Chile del siglo veintiuno, sus institutos democráticos deberán contratar quizá legiones de investigadores para que rastreen en cuarenta países los signos de la vida de los chilenos de estos años. Entonces será muy difícil y, en algunos casos, una tarea tal vez imposible.
. Nuestra revista estuvo tres años tratando de encontrar interlocutores comprensivos de la necesidad de contar cómo es la vida de los chilenos en Mozambique. Sin éxito. Cartas sin respuesta (los chilenos, dice un profesor, son mayoritariamente ágrafos); encargos jamás llegados a su destino; indiferencia, desdén; alguna sonrisa irónica si se nos ocurría sugerir la posibilidad de ir nosotros mismos a investigar en el terreno. Finalmente, el azar nos permitió encontrarnos con Jaime Rovira, ingeniero, cincuenta años, quien, de paso por Francia, nos entregó este testimonio -único disponible, hasta ahora- de lo que hace la comunidad chilena en ese país africano y de cómo ella lo ayuda en sus primeros pasos, cuando éste no cumple todavía diez años de vida independiente. Una experiencia única en nuestro exilio, ejemplar y diferente de cuanto ocurre en la vida y el trabajo de los chilenos del resto de la diáspora. Un testimonio, por lo tanto, que no debería ser sino el comienzo de una investigación de mayor aliento.
Mozambique, el país
No puede ser claro el cuadro de la vida de los chilenos en Mozambique si no se tiene una idea previa de lo que es el país. 12 millones de habitantes y unos 790 mil kilómetros cuadrados. Es decir, una cantidad de habitantes y una superficie similares a Chile. Pero allí se dctiene toda comparación.
Una de las cosas más impresionantes del país es su potencial agrícola. Las tres cuartas partes de su territorio son de superficie agrícola. O sea, una superficie incomparablemente mayor que la de nuestro país. Su potencial agrícola es, por eso, enorme; y más si se tiene en cuenta que el clima permite dos y tres cosechas al año.
Otro hecho esencial: Mozambique vive todavía las consecuencias de su reciente pasado colonial, con el agravante de que fue colonia de uno de los países menos desarrollados de Europa -alrededor de un 15 por 100 de analfabetos- y más retrógados: medio siglo de fascismo. Consecuencias: en el momento de convertirse en país libre, Mozambique tenía cerca de un 95 por 100 de analfabetismo. ¿Puedes imaginarte lo que eso significa como lastre cultural? Aún hoy, a pesar de los esfuerzos hechos, no se baja del 80 por 100. El país era -sigue siéndolo- predominantemente un país campesino: un 85 por 100 de la población vive en el campo, y la población urbana se concentra sobre todo en la capital, Maputo, con 750 mil habitantes, y en las cabeceras de provincias: Beira, unos 250 mil, Nampula, 150 mil habitantes; etc. Una economía agrícola de autosubsistencia, premercantil podríamos denominarla, en la que domina el trabajo manual, el cultivo con azadón basado principalmente en el aporte de la mujer. Una cultura agrícola sin tracción animal, sin bueyes ni caballos, cuya crianza es muy difícil por el problema de la mosca tsé-tsé. ¿Qué cultivan? Principalmente maíz, mandioca, maní en predios de un cuarto, media o una hectárea, que es el máximo que el grupo familiar puede cultivar. Una producción prevista casi sólo para el consumo propio, cuestión que constituye uno de los problemas nacionales más agudos.
Paralelamente, un desarrollo industrial muy incipiente de algunas formas de la industria ligera, que en el pasado fueron concebidas por los portugueses como armaduria de productos que ellos enviaban a la metrópoli. Industria elaboradora casi no existía: apenas la fabricación de cemento. En lo esencial, todo se importaba.
Algunas realizaciones importantes, como una hidroeléctrica, y el sistema de carreteras, tienen el signo inequívoco de la dependencia colonial. La hidroeléctrica fue concebida para abastecer de energía a la antigua Rodhesia y a Sudáfrica. Produce por esta razón, más energía de la que puede absorber Mozambique. Las carreteras están todas construidas de manera que sirvan para el acceso a los países del interior. Así, no hay una carretera longitudinal, ni tampoco un ferrocarril longitudinal, lo que representa un grave problema para el país.
No necesito decir que los portugueses dirigían todo, se reservaban todo lo que pudiera representar un privilegio. En la educación, por ejemplo, en la dirección del aparato estatal, desde luego, pero incluso hasta en tareas humildes, como chóferes. Cuando llegó la independencia, se fueron prácticamente la totalidad de los 150 mil portugueses que había, y dejaron todas las empresas abandonadas, es decir, todo lo que no podían físicamente llevarse. Por eso fueron nacionalizadas, virtualmente no había otra alternativa.
Yo te podría citar mil ejemplos de lo que significó culturalmente el colonialismo para los mozambicanos. Evoco un hecho: he conversado con muchísimos trabajadores que nunca se enteraron que hubo… una Segunda Guerra Mundial. Por el analfabetismo, pero además porque el colonizador despreció siempre el hecho de que en el país hay 18 lenguas nativas, y que la gran masa de la población -población rural- no sabía hablar el portugués, que era la única lengua utilizada en la radio y en la prensa. (Hoy se hacen esfuerzos por ampliar las transmisiones radiales en esas lenguas nativas.)
Y te cuento, además, una anécdota, para ilustrar la magnitud tremenda del problema cultural. La viví muy poco después de haber llegado al país, de esto hace ya cinco años. Me tocó participar en una comitiva oficial que realizaba una visita a ciertas zonas del interior. Llegábamos a las aldeas y nos mostraban todo, nos festejaban. En una de ellas, la visita comprendió la escuelita local, cuyo maestro se sentó a mi lado en el almuerzo que luego ofrecieron las autoridades locales. Por decir algo, lo felicité por su labor, que era notoriamente muy esforzada, y agregué luego que me había llamado la atención que en la clase desarrollada ante los visitantes, a los niños que salían al pizarrón los hacia escribir siempre la misma frase. La respuesta, dicha con mucha humildad aunque con dignidad, marca a fuego la herencia colonial: "Porque es la única frase que yo mismo sé escribir".
Una comunidad de cooperantes
Sí, ahora hablemos de los chilenos en Mozambique. Lo que pasa es que ellos están tan estrechamente ligados a lo que pasa en el país, que es imposible hablar de unos sin aludir al otro. Como cuando se habla de los chilenos "en Chile": es obligatorio en ese caso hablar de lo que le ocurre a Chile. Hago la aclaración porque por razones que vamos a ver, la comunidad chilena en Mozambique es una comunidad completamente diferente de la que existe en otros países, qué sé yo, en Finlandia, en Francia, en España, en la República Democrática Alemana, en cualquier país de América Latina.
Cuando yo llegué hacía casi un año que Mozambique había recibido el primer contingente de chilenos. Fue por el año 76, poco después de la Independencia. Después han seguido llegando hasta conformar, hoy por hoy, un conglomerado importante, lo que no es poco decir, porque en el grado de atraso en que los colonialistas dejaron al país la presencia y la ayuda de cuadros técnicos extranjeros ellos los llaman cooperantes era indispensable. Así, por ejemplo, hay varios miles de portugueses: algunos de ellos se quedaron al fundarse la república independiente, otros se fueron pero volvieron, y otros, en fin, han llegado en estos años, impulsados, en su espíritu progresista, por el deseo de ayudar a la joven nación. Hay también brasileños, varios centenares; es el grupo latinoamericano más considerable. Y hay, además, cooperantes peruanos, argentinos, uruguayos, bolivianos. En suma, que no somos los únicos. Todo esto sin contar la presencia lógica -y esencial- de técnicos de los países socialistas: soviéticos, búlgaros, alemanes y de otros países europeos occidentales: suecos, noruegos, holandeses fundamentalmente. En disciplinas claves: médicos, ingenieros. Aunque hay que decir que en la etapa actual todas las especialidades aparecen igualmente importantes. Los abogados, por ejemplo, hacen una falta enorme. Piénsese que hay que organizar la juridicidad nacional, redactar todos los Códigos, reglamentar las leyes. Hay una gran labor a desarrollar por los juristas.
¿En qué trabajan los chilenos? En muchas cosas: en obras públicas, en la agricultura, en la salud, en la educación, en la industria pesquera, en la industria electrónica, en la industria mecánica. En general, puede decirse que la mayoría participa en empresas u organismos asociados estrechamente a la producción. De un modo u otro, todos estamos ligados a una responsabilidad comprendida dentro del llamado Plan Perspectivo, al que se ajustan las líneas de desarrollo previstas para esta década. Estas prevén que Mozambique habrá alcanzado, hacia 1990, no un nivel de país desarrollado, sino las condiciones que le permitan el despegue básico, el comienzo de la superación de los actuales niveles extremos de subdesarrollo.
Como la mayoría de los cooperantes extranjeros, los chilenos trabajamos en una cuestión esencial en Mozambique: el problema de la gestión. En este país se ve con mucha claridad ese proceso de reemplazo de un poder por otro, que en todas las revoluciones tiene el carácter principalmente de clase, pero que aquí asume, sobre todo, un carácter nacional, porque eran los mozambicanos, el conjunto de ellos en tanto nacionalidad, los que estaban marginados de la gestión. En ello reside una de las claves de nuestra ayuda. La gente carece de experiencia en la dirección de un servicio, de una empresa, pero tiene que hacerlo, y la tarea del técnico cooperante es ayudarlo a salir adelante con la responsabilidad. Y yo creo que a nosotros nos facilita la tarea el tener esa larga experiencia organizativa, que es más o menos consubstancial al movimiento popular chileno, del mismo modo que nos ayuda la experiencia misma del proceso vivido por el Gobierno de la Unidad Popular.
Naturalmente que las cosas no son fáciles. Al principio hay, por ejemplo, problemas de adaptación bastante serios. Uno está acostumbrado a métodos de trabajo que descansan sobre premisas mínimas de recursos, de infraestructura, etc., y aquí tú empiezas a trabajar y durante el primer tiempo -el primer mes, el primer mes y medio-tienes la sensación de que no puedes hacer nada. Uno necesita una dactilógrafa, y resulta que no hay dactilógrafos; yo, como ingeniero, necesito un topógrafo, o un dibujante, o un técnico medio que asegure la continuidad o la implementación de los trabajos. Pues bien: no existe ese topógrafo, ni el dibujante, ni el técnico medio tampoco. Y entonces te desesperas y te dices "así no puedo trabajar", hasta que adviertes que la realidad ha impuesto modalidades de trabajo enteramente nuevas, en muchos conceptos sorprendentes. Compruebas que en la labor de un ingeniero, o de un médico, hay un componente importante de responsabilidades que puede asumir una persona que no haya necesariamente estudiado en la Universidad. A condición de que se le dé una preparación mínima y de que haya un técnico calificado que supervise, que controle, que verifique su trabajo. Yo tengo sobre el particular una experiencia directa. En el sector en que me desempeño tenemos un centro de formación profesional, en el que se forman técnicos a partir de lo que podríamos llamar un sexto año primario. Estudian en un internado un año intensivo: tres semestres académicos de 14 a 16 semanas cada uno. Luego van a la producción durante un año y después vuelven para hacer un segundo ciclo. Los resultados han sido extraordinarios. Nosotros trabajábamos hace dos años sin ningún técnico; hoy ya tenemos 86 en plenas funciones, más 160 alumnos en formación.
Suele ocurrir, así, que a la desesperación sucede la euforia, que, dicho sea de paso, suele ser uno de los rasgos dominantes en el estado de ánimo de los chilenos de Mozambique.
De la ley de arriendos a los muebles "Unidad Popular"
¿En qué tareas precisas trabajan los chilenos? Mencionemos la educación. En la Universidad -un establecimiento pequeño, menos de mil estudiantes, lleva el nombre de Eduardo Mondlane, héroe nacional mozambícano, uno de los fundadores del FRELIMO, asesinado en 1968- hay varios profesores: médicos, abogados, ingenieros, geólogos, arquitectos, veterinarios, especialistas en Letras. Hay también cuadros en la parte curricular, en las tareas de planificación universitaria
Hay también profesores en las escuelas industriales y, sobre todo, en los centros de formación profesional ligados a diversos ministerios. En este terreno pueden señalarse varias experiencias valiosas. Por ejemplo, la de una facultad de trabajadores, en la que la parte docente está a cargo de un profesor chileno. Allí estudian trabajadores que completan la enseñanza media en seis semestres (ingresan con niveles no superiores al sexto o séptimo año básico), y los mejores continúan en seguida formándose en el área de administración de empresas. Hay otra experiencia muy valiosa en el Ministerio de Obras Públicas, donde yo trabajo. El Centro de Formación Profesional, que dirige un distinguido especialista chileno en enseñanza para trabajadores, tiene un plan para la década: la formación de cinco mil técnicos, es decir, quinientos al año. Es un Centro que tiene el apoyo de la Unesco y que está considerado como uno de los de más alto nivel profesional del cono sur del Africa.
La lista de las responsabilidades de los chilenos en Mozambique es interminable. Y yo diría que, además, es apasionante. Hubo un ingeniero mecánico que se dedicó a estudiar la mecanización del procesamiento del cajú, y logró inventar, conjuntamente con otros técnicos, una máquina que reemplaza casi todas las labores que antes se hacían a mano. La cosa no tiene nada de baladí. El cajú es una especie de maní muy cotizado en el mundo, particularmente en los países ricos, donde tiene un amplio consumo. Es, junto con el algodón y el té la principal fuente de divisas. Nosotros lo llamamos "el cobre de Mozambique". Allí mismo hay economistas que han hecho aportes muy valiosos en el terreno de la organización de empresas del área.
Un abogado chileno es autor de la ley de arriendos que rige hoy en el país, cuestión complicada, porque según la tradición mozambicana, quien arrienda no es la persona, sino la familia. Este mismo jurista es corredactor de la Ley de Aguas, que fue valorada en un reciente congreso internacional de juristas, al que fue presentada.
Un equipo de profesores, en el que la mayoría eran chilenos, redactó recientemente el primer texto de geografía de Mozambique. Chileno es también un ingeniero electrónico, contratado para organizar la primera fábrica de radios mozambicana. Allí se fabrica un modelo ideado por él y bautizado "Chirico", nombre de un pajarito criollo parecido al chincol. Hay muchos casos más: geólogos, constructores civiles, ingenieros pesqueros, ingenieros sanitarios, ingenieros forestales. Hay un ingeniero naval, de mucho prestigio, que es autor del diseño de un barco que ahora va a construirse en astilleros franceses. ¡Ah!, y también un capitán de barco pesquero salió joven de Chile en la década del 60 y se formó como marino en la Unión Soviética. Trabajaba en pesca de alta mar, pero ahora está contratado para dirigir el montaje de un barco que fue trasladado semidesarmado al lago Nyassa, donde por primera vez se intentará la pesca industrial.
Hay. también veterinarios y agrónomos. Uno de éstos es Jaime Tohá, ex-Ministro de Agricultura del Gobierno de la Unidad Popular, que aquí ocupa un alto cargo gubernamental. Es uno de los chilenos más destacados.
Y no se crea que sólo los hombres juegan un papel en el proceso. Hay una profesora primaria, una compañera de Parral, que preparó textos y sistematizó métodos para la alfabetización masiva. Los resultados fueron muy notables, tanto que originó su traslado al Instituto Pedagógico, para que transmitiera allí su experiencia.
Hay otra chilena que trabaja en diseño de muebles; ella ideó una línea de amoblado para la casa que ha alcanzado una gran popularidad. Son muebles de construcción simple, armados con tablas livianas y cojines, de fabricación fácil y económica. La autora los bautizó oficialmente con el nombre de "muebles Unidad Popular".
Una psicóloga infantil trabaja en la organización a escala nacional de los jardines de infantes. Una asistente social participa en la formación de cuadros. Una dentista -de Linares- trabaja con su marido, dentista también, en la formación de técnicos dentales. Una especialista en cultivo del tabaco, graduada en la Lumumba, ha trabajado en una plantación como instructora de tractoristas. Nunca antes se había visto en Mozambique a una mujer manejando tractores, y, menos, enseñando a conducirlos.
Sería de nunca acabar seguir enumerando todo lo que hacen los chilenos en Mozambique. Pero, quizá, más importante que la descripción de sus trabajos sea hablar de la actitud que tienen ellos hacia su tarea Actitud que nace, en primer lugar, del hecho que los chilenos no se sienten aquí exiliados, cuestión que es esencial y que los diferencia de la mayoría de los chilenos que viven y trabajan en todos los otros países de la diáspora. Si tú tienes un buen trabajo, por ejemplo, en Francia o en Holanda, no es lo mismo. Yo trabajé en mi especialidad en la RDA, en condiciones muy buenas, pero, sin embargo, las situaciones son incomparables. Aquí todo se está construyendo, nosotros somos de algún modo pioneros, y la identificación con los problemas de Mozambique puede decirse que es total. De allí que, por lo general, vivamos la experiencia de nuestro trabajo con pasión verdadera, con ardor de constructores. En esto revivimos un poco el clima psicológico, el fervor de la época de la Unidad Popular. Y más en aquellos casos, como en el mío propio y el de muchos otros profesionales que en Chile trabajábamos en la Universidad Técnica del Estado, y a quienes el azar nos ha reunido otra vez, ahora en Mozambique. Es como volver a vivir la experiencia, pero enriquecidos, más maduros profesional y políticamente.
Un pueblo que sonríe y aprende
Nuestras relaciones con la población local son muy buenas. Teóricamente, ellos deberían identificar al blanco con el opresor; no se vive la condición colonial sin que haya luego que pagar un precio. Sin embargo, no es así. Es cierto que los portugueses propiamente tales los ponen, digámoslo así, un poco tensos. Es explicable, porque Portugal no les legó, salvo la lengua, absolutamente nada. No les enseñaron nada, no fueron capaces ni de trasladar los elementos más primarios de su propia cultura. Es terrible ver en los campos a la gente utilizando palos para hacer agujeros en la tierra y depositar allí la semilla. ¡Los portugueses no se dieron el trabajo de introducir siquiera el arado! O las carretas, para reemplazar el acarreo de carga en la cabeza…
Pero su actitud hacia el extranjero no es de hostilidad. La verdad es que el pueblo mozambicano produce una rara sensación de gente apacible, tranquila, que no pierde la calma, que se da tiempo para todo, siempre con la sonrisa en los labios, tal vez por su estirpe campesina, tan dominante y cercana. Eso llama mucho la atención. Mi mujer sostiene que debe provenir del contacto prolongado de la madre con el niño, y de la dulzura de las relaciones entre ambos. A diferencia del niño de los países desarrollados, aquí éste no sólo es amamantado por la madre, sino que ella lo lleva sobre su cuerpo, envuelto en un chal cargado a la espalda, por lo menos hasta los tres años de edad, y eso crea, parece, una comunicación que condiciona fuertemente el tipo, la calidad de relaciones entre los miembros de la familia, de la comunidad. Es algo que ya me había tocado observar hace muchos años en Bolivia, donde me sorprendió la delicadeza y ternura con que la madre indígena atiende a sus niños.
No hay, creo, una cultura popular muy desarrollada. Por lo menos siento que no tiene la presencia, tan notoria y fuerte, de otras naciones africanas. La escultura es muy buena, pero la cestería y los tejidos folklóricos, más bien pobres. No hubo aquí, como en otras zonas de Africa, antiguas civilizaciones llenas de esplendor, y lo que pudiera haber existido, los colonialistas se encargaron de que se extinguiera o languideciera. Lo que más nos llama la atención son los bailes, muy variados, aunque la música y canciones que los acompañan nos suenan un tanto extrañas. Pero es evidente que los mozambicanos tienen un gran sentido musical, cosa que nosotros sí podemos apreciar en los cantos en portugués que interpretan. Es muy impresionante oír cómo treinta mil personas, por ejemplo, cantan en un mitin alguna canción revolucionaria…, a cuatro voces. Y no es que la hayan aprendido así, sino que es una suerte de instinto musical que los lleva a formar de inmediato un coro cuando cantan en grupo.
Es muy grato trabajar con este pueblo. Son admirables su tenacidad, su dedicación al estudio, su perseverancia. Me resulta casi simbólico un hecho que vivo todos los días hábiles de la semana: frente al edificio de departamentos en que vivo hay una parada de buses, y poco antes de la media noche es imposible no despertarse con la algarabía de los cientos de jóvenes que vienen saliendo de la escuela nocturna. Y ése es un fenómeno nacional.
Es grato también el país, a pesar del choque que significa para los chilenos el trasplante a una naturaleza tan distinta de la nuestra. Por exigencias de mi trabajo yo he tenido la suerte de conocer todo Mozambique, he estado en todas las provincias. El clima en general es subtropical, invierno de 12-15 grados y veranos de 35-40, con humedades relativas entre 85 y 90 por 100. Es un clima al cual uno se acostumbra más rápidamente de lo que pudiera pensarse. Conozco la sabana, típicamente africana, y las zonas boscosas, y me ha tocado vivir la aventura, tan exótica para nosotros, del "safari", sólo que éste es únicamente un safari fotográfico, la sola manera "legal" de cazar leones, elefantes, cebras, cocodrilos, hipopótamos. Todos muy asustados, los animales quiero decir, con la existencia del hombre, que después de todo sigue siendo el único animal verdaderamente peligroso.
Las playas son paradisíacas. De primer nivel mundial desde el punto de vista turístico. Uno de los planes del Gobierno es justamente el desarrollo del turismo, que tendrá que significar en el futuro una ayuda importante para Mozambique desde el punto de vista del aporte en divisas. Es un país por descubrir. Podría hablarte horas, por ejemplo, de unas vacaciones que pasé en una isla, Santa Carolina se llama, que agrega a su belleza la abundancia y baratura de la langosta. Pero ésa es otra historia.
Los chilenos, entre ellos
¿Que si vivimos muy aislados? ¿Si acaso nos pesa la distancia, la lentitud y deficiencia de las comunicaciones? Claro que sí. La información que uno recibe de Chile llega con mucho atraso: un mes o un mes y medio, por lo menos. 0 de América Latina. Estamos mejor enterados, por razones explicables, de lo que pasa en el resto del mundo, Pero como en todas partes en el exilio, el país está presente en todas nuestras preocupaciones: el 18 de septiembre es una fiesta que reúne a toda la comunidad, un día entero con competencias deportivas, con rayuela, concursos de cueca, asado al palo y, desde luego, las infaltables empanadas. Pero no es la única fiesta: también celebramos la Pascua, el Día Internacional de la Mujer, etc. Sin contar con que los pretextos no faltan para juntarse, los cumpleaños o, simplemente, el fin de semana; es tan fácil formar un pequeño grupo y partir a la playa a comer a la orilla del mar, a bañarse; Maputo es, después de todo, una ciudad balneario.
Detrás de todo esto está, además, la preocupación permanente por las tareas de la solidaridad, en lo cual contamos con el más amplio respaldo local, y con una simpatía y comprensión conmovedoras. En una encuesta que se hizo el año pasado entre estudiantes universitarios para que señalaran quiénes eran, a su juicio, los líderes populares más importantes del siglo, el resultado fue, primero Eduardo Mondlane, segundo Lenín y luego, Salvador Allende.
Las relaciones entre los chilenos son bastante buenas. Esto no quiere decir que no haya dificultades, nunca las cosas son absolutamente fáciles. Pero cuando se comparan con las que surgen en la convivencia entre chilenos en otros paises, francamente lo de Mozambique sólo puede califícarse de verdaderamente bueno. La razón es la que ya mencioné: el trabajo que cada cual hace, que es muy absorbente y hasta puede ser agotador, pero que uno asume como lo principal de su vida. Queda poco tiempo para dedicarlo a conflictos menores.
¿Nuestros niños? Los más pequeños se adaptan, como en todas partes, con cierta rapidez. Van normalmente a la escuela del sector o a jardines infantiles si son muy pequeñitos. Su lengua dominante de comunicación es el portugués, aunque la comunidad chilena mantiene actividades dirigidas especialmente a ellos: hay un conjunto de danzas y cantos folklóricos, por ejemplo, y cursos sobre cuestiones generales, pero ligadas a Chile y Latinoamérica y…, en español, naturalmente. El plan contempla actividades diversas, según las edades. Porque más que a los niños pequeños, la preocupación, quizá, se dirige a los mayores de 12 años que, como en todas partes, no son totalmente chilenos ni totalmente locales. No son muchos en Mozambique, afortunadamente.
Otra escala de valores
Hay dificultades, ciertamente. De diverso orden. Tenemos que acostumbrarnos, por ejemplo, a tomar quinina permanentemente, que se suministra con nombres de fantasía en pastillas parecidas al Mejoral. Porque la malaria es un riesgo real. Hay problemas con el abastecimiento de artículos de primera necesidad, alimentos sobre todo. El 'tremendo esfuerzo que se está haciendo para sacar al país del abismo de atraso en que se encontraba, tiene su precio.
Aunque su incidencia en la vida diaria es menor de lo que ,]cjan suponer algunas informaciones que he visto en la prensa europea, es indudable que la presencia y acción de grupos armados contrarrevolucionarios produce alguna inquietud. Hay que tener en cuenta lo que significa ser vecino de un país como Sudáfrica, que entrena, financia y dirige a esos grupos. Estos no son en si mismos considerables, pero hacen daño con sus acciones de sabotaje: atentados, puentes y líneas ferroviarias dinamitadas, etc. Su función es, sobre todo, causar perjuicios a la actividad económica. Esta situación no es de fácil manejo, porque el apoyo sudafricano es cosa seria. Quiero decirte que los chilenos conocemos ese país. Estamos obligados a ir a él cada cierto tiempo para renovar nuestros pasaportes; no hay otro consulado chileno más cercano. Yo he viajado varias veces, y puedo decirte que la riqueza y poderío de ese país son impresionantes. Es la suma del fascismo y la opulencia.
Pero todo eso no logra anular la dominante positiva de que yo te he hablado. Creo, incluso, que los tomamos un poco como componente casi obligatorio, en esta etapa, de las reglas del juego. Yo llevo ya cinco años en Mozambíque, lo que quiere decir que me ha tocado vivir toda la fase organizativa de la nueva República. Llegué cuando había todavía innumerables empresas abandonadas, y las que funcionaban estaban sumidas en la anarquía o carecían de brújula en sus planes productivos; la economía nacional estaba desorganizada, y en todos los dominios de su vida, la huella colonial era predominante. He visto nacer la nueva educación, organizarse el sistema de salud; cómo se ha puesto de pie la vieja estructura industrial y cómo se desarrollan nuevas áreas; cómo se lucha porque esa tierra, tan increíblemente rica en sus posibilidades agrícolas, rinda lo necesario para la alimentación de sus habitantes.
Hemos ganado mucho como profesionales. No en el plano teórico o conceptual o de actualización de conocimientos, sino desde el punto de vista de la experiencia en la resolución de problemas prácticos, del desarrollo de la capacidad de iniciativa y dirección. En mi caso, me ha tocado la suerte de tener que organizar empresas, resolver problemas muy complejos de su funcionamiento, y pienso que he logrado en ese terreno una madurez que antes no tenía. He tenido también la oportunidad de desarrollarme en el plano de la docencia, de la formación profesional de trabajadores. Es uno de mis mayores motivos de satisfacción.
Hemos ganado también en nuestra comprensión política, en contacto con una realidad que es muy diferente de la nuestra. Seguir de cerca la existencia y el funcionamiento del FRELIMO, su evolución desde que era un frente amplio anticolonialista hasta su carácter de partido marxista-leninista de hoy, es aleccionador y provechoso.
Como lo es también conocer la gestión del presidente Samora Moisés Machel, que no sólo es un gran dirigente del pueblo de Mozambique, sino un eminente líder africano.
Mozambique, en fin, nos ha enseñado a ser más modestos, a calibrar muchas cosas de manera diferente. Téngase en cuenta que la mayoría de los chilenos que hemos llegado aquí vivíamos antes en grandes países industriales, capitalistas o socialistas, donde la medida del bien de consumo y del objeto material es harto diferente del que pueda prevalecer en un país como éste. Y nuestra óptica ha tenido que modificarse en el juicio de muchas situaciones, porque la escala de valores es otra. Quizá, sí sea útil ilustrarlo con una anécdota. Me tocó visitar una aldea donde se trataba de la implantación de las nuevas estructuras de gobierno. Un dirigente pregunta a los campesinos: "¿Cómo están ustedes?". "Muy bien -responden-. Aquí cultivamos papas, frijoles…"" ¿Qué necesitan?" "No necesitamos nada. Tenemos una escuela, un policlínico o… Trabajamos la tierra y nos alcanza para lo que necesitamos". "¿Y cómo está el comercio?". "Bueno, hay algunas dificultades, pero no muchas.."" Pero, en fin, alguna necesidad urgente habrá"." Sí, en verdad hay un problema; el pueblo más cercano está a 30 kilómetros de distancia, y pensamos que sería muy bueno disponer de un camión que hiciera dos o tres viajes por semana, porque nosotros necesitamos ir allá a vender nuestros productos y comprar otros. Y ahora el viaje lo hacemos a pie, y como hace ya mucho tiempo que no hay guerra, los animales salvajes se han multiplicado, los leones, sobre todo, y cuando oscurece se hace peligroso el camino. Sí, un camión es lo que necesitamos…
No sé si te das cuenta lo que esto significa, y si puedes entender por qué todo lo que uno hace en Mozambique se siente que es importante. Es importante aun si es una labor humilde. Imagínate: partir de cero.
Me gustaría mucho vivir y trabajar alla mi área es la hotelaria e restaurante tengo bastante experiencia adquirida fuera de Chile(Brasil).Si fuera posible agradeceré toda información al respecto,tanto cuanto al costo de vida muchas gracias y buena suerte para uds.
Felicidades tengo lazos intimos que me hacen parte de ese país.