Extracto del diario de Francoise de Menthon, esposa del embajador de Francia en Chile en 1973. Rev. “Araucaria de Chile”
julio 28, 2013 | Posted by historia under Francia, Solidaridad por países |
Introducción, Revista Araucaria de Chile
Testigo privilegiado de los acontecimientos de 1973, Pierre de Menthon, entonces Embajador de Francia en Chile, fue también participante eminente. Le tocó organizar y dirigir la complicada operación de acogida de los centenares de chilenos que huían de la barbarie fascista y buscaban refugio en la misión diplomática francesa. Puso en esa tarea, más allá del cumplimiento eficaz de una decisión de su gobierno, connotaciones que quienes vivieron en carne propia la experiencia del asilo no podrán olvidar: coraje, comprensión, generosidad; dictados por la nobleza de sus sentimientos y por sus convicciones cristianas, qué duda cabe, pero también por su intransigente actitud antifascista.
De Menthon resumió sus observaciones en un libro, Je témoigne, Québec 1967 – Chili 1973*, en el cual una parte significativa está constituida por el , su esposa y compañera de aquella peripecia que marcó tantas vidas.
En las páginas que siguen se recogen extractos de ese diario, y su publicación obedece a una doble motivación: rescatar, por una parte, un testimonio de indudable mérito documental, y por otra, rendir a Fierre de Menthon —que falleció este año, muy pocos meses después de haber aparecido su libro— el homenaje que los demócratas chilenos le debemos.
Lunes 15 de octubre de 1973
Hace un mes que Allende fue asesinado. Al contrario de lo que esperábamos, pasan cada vez más dramas alrededor nuestro. ¡Decido anotarlos porque evocan tantos sufrimientos! Quisiera recordarlos detalladamente.
Otra vez se oyeron siniestros tiros de armas en la noche, muy cerca de nosotros y a lo lejos.
Fui a tomar té donde la señora T… con su cuñado, que está de acuerdo con la Junta. El yerno de la señora T… es buscado. Su cocinera, cuyo hijo está en el Estadio Nacional, se lo contó: los mojan, les vendan los ojos, los cuelgan por los pies durante tres horas, les pegan. También los precipitan al vacío desde helicópteros.
Al volver a la Embajada, me encontré con dos parejas de refugiados y con un Cura de pobladores. Había siete muertos de diecisiete a veinte años, esta mañana, en una calle de la población, probablemente llevados allí para producir miedo.
Las colas vuelven a formarse frente a los Almc. Mañana el pan va a subir de 11 a 40 escudos el kilo. Los zapatos van a costar el doble. La gente sale de los almacenes cargada con cajas de zapatos.
Sigo leyendo el libro de Dom Helder Cámara, Revolución en la Paz. Me hace bien; me ayuda a comprender.
Manes 16 de octubre
Subimos en auto con M… y J… al Cerro San Cristóbal. Desde su hotel han oído gritos en medio de la noche. El torrente del Mapocho y el cerro deben ocultar muchos dramas. Durante el día nadie sabe nada, pero hay gente que cuenta cómo al pasearse a las seis de la mañana a lo largo del torrente, se ven cadáveres en la ribera o flotando en el agua.
Hoy no he podido dejar de ir a ver a los refugiados en la Cancillería (son unos treinta), llevándoles flores de nuestro jardín. También he dado un “Assimil” a una monjita que quiere hacer estudiar a un joven. Ella se pasea tranquilamente entre toda esa gente acostada en el suelo y enrrollada en frazadas. Todas las ventanas estaban tapadas con diarios.
El Padre Fierre, un hombre de bondad e inteligencia maravillosas, ha llegado de Francia para sacar de la cárcel a los Traperos de Emaús perseguidos en el Sur. Nosotros los recibimos en la residencia.
Viernes 19 de octubre
A las once de la mañana, unos timbrazos desesperados me hacen mirar por la ventana. Un muchacho muy pálido está en el umbral. Acaba de saltar la reja. Se ha desplomado en las gradas de la escalinata y está llorando. Tiene dieciocho años. Toda su familia ha sido fusilada en provincia. Su padre y sus tres hermanos, todos pertenecientes al MIR, fueron muertos en sus casas. Dos guaguas que quedaron abandonadas fueron recogidas por los vecinos pocas horas después. El mismo, ausente por suerte, fue escondido por uno de sus profesores de la Universidad, que lo indujo a venirse a Santiago y le dio la dirección de nuestra Embajada. Lo ayudo para que suba donde los demás refugiados, que lo rodean. Poco antes habían entrado dos parejas de Traperos de Emaús. El padre Fierre había conseguido liberarlos. Los hombres podían haber sido fusilados.
Sábado 20 de octubre
Hay periodistas franceses perseguidos. Dos de ellos vienen a ocultarse en la Embajada antes de volver a París.
Paso la mañana en La Vega comprando, abasteciéndonos de provisiones. Carabineros armados hasta los dientes controlan las callejuelas. Unos pobres tipos harapientos y con 4a mirada vacía, se pasean sin hacer nada. La esposa del Ministro Consejero me acompaña; hace un rato, cuando volvía del aeropuerto, a donde había acompañado a la monjita, que volvía a Francia, vio un cadáver en la orilla del Mapocho.
Domingo 21 de octubre
No hemos dormido en toda la noche. Desde la una hasta las cuatro de la mañana no dejaron de tirotear, muy cerca de la Embajada. Disparos secos, sordos. Uno tenía la impresión de que eran ejecuciones en el Mapocho. Es un lugar aislado, con un talud muy alto. Los refugiados creen que los tiros los disparan por ellos, para meterles miedo. Los vecinos pensaban que eran persecuciones contra gente que trataba de entrar.
Salimos a las diez con los L… en dirección a la Cordillera. A pocos kilómetros de Santiago vemos un muerto al lado de la carretera, boca abajo, con los brazos abiertos. Lo dejaron allí para escarmentar; debe haber sido fusilado durante la noche, tal vez porque lo pillaron fuera después del toque de queda.
Lunes 22 de octubre
Me encontré con el dentista de P… H… Temía verlo. “¿Usted ha^visto lo que ha pasado? ¿Entretenido, ah?”, me dijo de golpe y porrazo. Súbitamente pensé que toda esa ciencia, esa cascara mundana, ese barniz de clase era horrible, falso… Me produjo horror. Pienso en los sufrimientos de todos los que ya no tienen voz para hablar.
Almorzamos en casa del Ministro Consejero con Monseñor A…, ayudante del Arzobispo. Joven, sencillo, directo. Usa ropa negra. Un cuello gris de puntas redondas. Vive en una casucha de tablas en una población “callampa”, entre los pobres. Ayuda a las familias de los desaparecidos, de los encarcelados, de los muertos. Les busca trabajo, les proporciona socorros. Con la cooperación de otras personas, va a fundar el Comité por la Paz, que representará una gran ayuda para los perseguidos.
Jueves 25 de octubre
Vamos a ver a los G… en la Embajada de Venezuela. El es uno de los dirigentes de la Izquierda Cristiana. Muchas personas esperan allí
también frente a la reja. Hablan con los de adentro e intercambian paquetes. Hay policías, pero no militares. La Embajada se ha transformado en un inmenso dormitorio. Se ven colchones por todas partes. Personas de todo tipo, niños. El señor y la señora G… ocupan una pieza, pero durante mucho tiempo han dormido en un camastro. Hace un mes y medio que esperan la autorización para viajar a Francia. Están muy cansados. Quieren trabajar en nuestro país.
Nos hemos aprovisionado en grande. Pasamos por la Cancillería a dejar una parte de los abastecimientos. Hablo allí con los sacerdotes de Copiapó, uno es obrero agrícola, el otro minero.
Almuerzo en casa de los L… con un colega de la Embajada de Italia. Es un hombre apasionado y sentimos que nuestra comunión de sentimientos con él es plena. “Haremos todo lo posible por salvar a los perseguidos”, declaramos. “Nada de diferencia de clases, de distinciones políticas. El hombre, imagen de Dios, debe ser tratado con el mayor respeto.”
Después voy a la población de la Villa Francia con la señora D… y la señora del Ministro Consejero. Llevamos a la escuelita un tocadiscos, una máquina proyectura, una pantalla. El maestro nos espera. Es un joven comunista, lleno de entusiasmo por la educación de sus niños, a quien después no he vuelto a ver. La presidenta demócrata-cristiana del Centro de madres también está presente. El profesor saca del auto los artefactos. Le pregunto si no ha tenido problemas. “Ya le voy a contar”, me contesta. Después de agradecernos con mucho calor y elocuencia, nos explica que él personalmente no ha tenido problemas, que todo ha estado tranquilo en la población (salvo el caso de dos muchachos, dos hermanos, de los cuales uno fue fusilado y el otro huyó hace unos días). Elogia el espíritu de trabajo y condena el odio. La presidenta agrega, citando una frase del general Pinochet: “No hay vencedores ni vencidos.” Me siento profundamente sorprendida: ¡es el miedo!
Al volver, el señor B… me dice que llegará a las seis con una mujer joven y tres niños. Se abre la reja justo a tiempo y ellos entran. La joven, cuñada de un líder importante del MIR, había sido amenazada de muerte si no hablaba.
Viernes 26 de octubre
Otra vez tiroteos esta noche, especialmente entre las tres y las cuatro de la madrugada, como el sábado pasado.
Vuelvo a la Cancillería. Hay un grupo de gente a la orilla del Mapocho, frente a nuestro portón. Es terrible. Un cadáver que parece enrojecido por el frío yace en la ribera opuesta. Un carabinero y un hombre de civil bajan y lo cubren con cartones. La gente mira hacia el medio del torrente. Entre unas ramas, al lado de un viejo canasto, se ve enganchado otro cuerpo blanco, descompuesto, hinchado. Dos jóvenes, un muchacho y una muchacha, tratan de acercarse. El lecho es profundo y el declive abrupto. Un carabinero los vigila desde arriba, las piernas abiertas, la metralleta preparada, inquieto, mirando constantemente detrás suyo. Los jóvenes se amedrentan. Vuelven. La multitud rodea al carabinero, pero nadie dice nada, están como embotados. Unos niños apedrean el cadáver.
¡Se me revuelve todo! ¡Qué repugnancia! ¡La maldad humana! Y al lado de esto, la ciudad llena de sol. Providencia se ve repleta de productos, desaparecidos hace mucho tiempo, vendidos a precio de mercado negro y que sólo la gente de este barrio puede comprar.
Oigo las campanas que llaman a la misa, pero la religión me pesa esta tarde, porque los militares se parapetan tras ella y empañan su imagen. Cristo es la única verdad. ¡Cuánto daño le hacen los hombres a su mensaje!
Sábado 27 de octubre
El Embajador de Bélgica y su esposa vienen a almorzar. Han acogido en su residencia, que no es grande, a sesenta refugiados, y han debido reducirse a su puro dormitorio. Hay dificultades con el agua en las mañanas y en las noches no se puede dormir por culpa de una guitarra que tocan hasta muy tarde. El Embajador me cuenta que en el Estadio Nacional hay un promedio de diez muertos diarios. Critica a cierta Embajada que recibe refugiados, pero con un carabinero dentro, y a los anglosajones, que no han aceptado a nadie.
Domingo 28 de octubre
Una joven brasileña, viuda, de diecinueve años, que hemos acogido con su guagua, recibe la visita de un primo. Le trae una carta que su marido escribió una hora antes de ser fusilado, el 18 de octubre. Esa noche, cuando me lo cuenta, la muchacha se estrecha en mis brazos, sollozando.
Lunes 29 de octubre
Recibo la visita de una señora muy “momia”. Me habla de un caso trágico: el hijo de uno de sus amigos, un francés, desapareció de La Moneda el 11 de septiembre. “Pertenecía al círculo de Allende, y su esposa, una mujer de ideas espantosas, acude hasta el Presidente de la República francesa para hallar a su marido.” La señora “momia” teme el efecto que tendría en Francia esa desaparición si se tuviera la prueba de que el pobre tipo fue fusilado. “Los que salieron vivos de La Moneda aquel día se cuentan con los dedos de una mano; quizá no…”, añade.
Un tumulto de gente en las orillas del Mapocho. Otro cadáver en el agua, hinchado, enredado en una ramas.
Viernes 2 de noviembre
A las once, dos personas se aferran a la reja, suplicándome que las deje entrar. No pude negarme. Tienen los rostros sudorosos, transidos por la angustia. Por la tarde, es una mujer con su hijo. Es la esposa de un periodista. Me ruega. Le digo que espere, que son las siete de la tarde, el toque de queda es a las nueve y Fierre no está. Un joven se precipita corriendo, cruza el jardín y sube hasta el último piso de la casa.
Sábado 3 de noviembre
Esta tarde Fierre sube a decirle a los refugiados que se acabó: no más visitas ni telefonazos. Debemos aplicar las reglas de aislamiento, tal como se hace en todas las embajadas.
M… pronuncia el discurso de despedida a los seis refugiados que parten mañana para Francia: los Traperos de Emaús y la brasileña con su niño. Habla muy tristemente. Nos agradece, en nombre de todos, por nuestra hospitalidad, por lo que Francia hace por ellos. Algunos enjugan una lágrima cuando habla de Allende. Levantamos nuestros vasos y Fierre responde, cálidamente.
Domingo 4 de noviembre
Este domingo voy en mi automóvil a buscar 18 kilos de pan para el desayuno de los refugiados. Es la señal para despertar. Ellos se precipitan hasta el auto y llevan los canastos, los panes aún calientes. Recibimos un herido muy grave, que llega en uno de los autos de la Cancillería. Lo intalamos en una cama plegable que hace las veces de camilla. Todos los refugiados se muestran muy diligentes. Lo suben hasta su pieza, no sin dificultades… Es un hombre muy alto y está enyesado de pies a cabeza… Lo acompaña Francoise Soubirous, su novia, una pariente de Santa Bernardita, a la que se parece. El tiene una cabeza magnífica de guerrillero. Su vigor y su talla excepcionales le permitieron sobrevivir cuando recibió junto a sus compañeros, periodistas como él, una descarga de metralleta de los militares. Todos los demás murieron, pero él, herido en los muslos y no en el vientre, fue dejado por muerto en una zanja. En la noche se vendó él mismo con sus propias vestiduras, y al amanecer fue llevado al hospital por el primer auto que pasó, un auto de carabineros. Al cabo de un mes de cuidados, el médico-jefe del servicio quería entregarlo al Ejército. Milagrosamente, el médico murió de un infarto y su reemplazante, que no conocía el caso del herido, o que se mostró quizá compasivo, autorizó su salida a instancias de la pequeña Soubirous. Al herido lo bautizamos “el muerto”.
Lunes 5 de noviembre
El padre B… nos trae un dirigente socialista muy buscado. Treinta hombres cercanos a él han sido fusilados.
La mujer del periodista no sabe todavía dónde está su marido; no logra comunicarse con él.
No se sabe nada de lo que ocurre, sobre todo después del toque de queda, que ahora empieza a las ocho de la noche. La censura es total. La gente desaparece sin que nadie sepa nada.
Martes 6 de noviembre
Pedro, el mayordomo, me dice de manera confusa que el alcalde de La Granja pregunta por mí en la reja. Yo creo entender que se trata de un comerciante en naranjas. No presto mayor atención y le digo que lo envíe a la Cancillería. Me entero luego que el hombre temblaba de miedo en la reja y que no pudo entrar en la Cancillería porque estaba vigilada. Me persiguen los remordimientos por no haber hecho entrar al desgraciado, por haber sido negligente. ¿Qué habrá sido de él?
Té con esposas de diplomáticos en una embajada. La mujer del Ministro de Relaciones Exteriores, así como dos damas del Protocolo nos piden ayuda para una venta de caridad, organizada en pro del Árbol de Pascua de tos hijos de los militares: desfile de modas, trajes típicos, etc. Lanzo miradas desesperadas a F… ¡Tenemos tantas preocupaciones! ¡Todo esto es tan frivolo!
El señor L…, amigo de Allende, llega con su mujer, su nuera y sus dos nietos. Es toda una historia, porque deben entrar a las trece horas treinta por la reja que da a la Costanera, y hay un carabinero de guardia, que no se ha movido de ahí desde la mañana. Afortunadamente, llega la una y él parte. Se abre la reja a la hora indicada y entran con toda naturalidad. Los instalamos en la biblioteca; hacemos traer tres catres de campaña desde la Cancillería. El señor L…, el refugiado de más edad de la Embajada, duerme en el diván y su mujer sobre cojines, en el suelo.
Miércoles 7 de noviembre
Cuando llevo a mi hijo Pierre-Henri a la Alianza Francesa, veo otra vez la propaganda fascista pegada a los muros. En el mercado han puesto la foto de un carabinero muerto junto a unos rostros de extranjeros, “que llegaron a envenenar al país”.
Todas las mañanas un grupo baja no sin dificultades a Gastón, “el muerto”, al jardín. Lo instalan a la sombra de un gran tilo. Algunos se sientan en el suelo y otros se acuestan en el pasto, cerca de él. Es un lugar de cita un tanto mágico. Acompañándose con guitarra, cantan.
Jueves 8 de noviembre
Visita del Padre M…, el rostro demacrado, un aire de gran fatiga. Estuvo detenido y con los ojos vendados, practicaron con él un fusilamiento simulado. Me imagino que viene a refugiarse, ¡pero no!
Viene a pedirme que esconda a quince hombres muy perseguidos. Esa tarde llegan cuatro. Entran de dos en dos. Los espero en la reja a las ocho en punto.
Alguien dibujó un ahorcado en la reja que da a La Concepción.
Viernes 9 de noviembre
Abro la reja a otras cuatro personas que lleva el Padre. Entro y veo a un hombre bien vestido, de unos cuarenta años, que pide hablar con Fierre. No conozco su cara, pero son ya tantos, que puedo equivocarme. “Denme asilo.” “Pero, ¿por dónde pasó usted?” “Salté la reja…” Es un ingeniero.
Tengo que ir a un té donde la señora B… Quince damas, ¡otro mundo! La primera me pregunta si estoy contenta con todos estos “cambios maravillosos”… ¿Qué responder? Estoy en otra órbita.
A mi vuelta siguen llegando refugiados ¡Es para volverse locos! Ocupamos los manteles, las cubrecamas, incluso las cortinas del comedor para reemplazar las frazadas que faltan.
Sábado 10 de noviembre
Una boliviana y sus dos hijos llegan por la puerta de La Concepción. Enseguida, un amigo de Francoise Soubirous y del “muerto” salta por encima del muro. No nos gustó porque nadie nos ha prevenido. Nos parece un abuso de confianza.
A comienzos de la tarde, dos muchachas y dos muchachos se encaraman por la reja. Voy a verlos al garaje, donde se han refugiado. Otros dos aprovechan el momento en que entra el auto de G…, que nos trae frazadas. Se escurren y Pedro se aprieta el brazo con la puerta de la reja cuando trata de contenerlos.
El jardinero ve a un hombre que baja de los árboles. Había logrado saltar a uno de ellos desde lo alto del muro. El control se torna difícil.
En la noche, antes del toque de queda, de nuevo ráfagas de metralleta. No se habían oído desde hacía varios días.
Domingo 11 de noviembre
Los refugiados, que son cada vez más numerosos, deciden organizar un directorio, una “junta”. El responsable será Sergio, que pertenece al MAPU. Funcionará en la pieza verde, al lado de nuestro dormitorio. Bajo su responsabilidad, cada miembro se ocupará de un sector determinado: dormitorios, cocina, limpieza, entretenciones, etc., y de la organización de los grupos de trabajo y sus turnos.
Martes 13 de noviembre
La Alianza Francesa, así como una institución religiosa, nos envían mesas, bancos, platos, tazas, cubiertos, utensilios de cocina, unas ollas inmensas, etc.
Los refugiados en la Embajada alcanzan ahora a cien personas.
Francoise Soubirous me pasa un papel con los nombres de dos amigos: están en la puerta. Yo me dejo estar, pensando que el asunto puede esperar hasta mañana. Pero una hora después, la veo en lágrimas: han detenido a sus amigos; la policía estaba allí, de civil. No dormí en toda la noche.
Miércoles 14 de noviembre
Almorzamos en la Embajada de la India con los belgas. Los hindúes no tienen refugiados, pero atienden los asuntos de la Unión Soviética y de Checoslovaquia. No se puede entrar sin mostrar los papeles a cuatro soldados armados.
Desfile de modas en una gran sala de cine del centro de la ciudad, para la “Reconstrucción del país”. Verdaderamente, nuestro ánimo no está para cosas como éstas. El film es francés: un bodrio policial, con múltiples asesinatos. Nos mantenemos tensos de principio a fin.
Los refugiados nos invitan a la despedida de tres de los suyos. La Embajada consiguió los salvoconductos; tomarán el avión mañana para Francia. Están sentados en el suelo, sobre las mesas, en todas partes. Cantos y guitarras. Ana llora tras de mí. Bailan la cueca. La boliviana canta sola, golpeando el dorso de la guitarra. La Canción Nacional chilena, lágrimas, discursos, después La Marsellesa: los socialistas chilenos la han adoptado como himno de su partido, y se la saben de memoria.
Sábado 17 de noviembre
Por la tarde, “la alcaldesa”, como la llamamos (es alcalde comunista de una comuna de la periferia de Santiago), entra con su hijo. Otros llegan en dos tandas, llevados por el Padre S… y por Sor O… Nos traen treinta frazadas. Con los responsables decidimos despejar inmediatamente el gran salón: bajamos al sótano los muebles frágiles o inútiles.
Lunes 19 de noviembre
Pierre le anuncia al Padre y a Sor O… que no podremos recibir más refugiados esta-semana.
Martes 20 de noviembre
Pierre se pone furioso en la noche, porque nos anuncian que el Padre B… va a llegar con otro refugiado. Y se había hablado únicamente, sin embargo, que nos traerían frazadas. Es un indio, que ha caminado por los cerros durante días y días antes de venir a Santiago a esconderse.
Llegó el salvoconducto de la boliviana. Su hija me trae rosas. Se hace una fiesta para despedirla. En el mismo instante nosotros tenemos otra fiesta de gala en un teatro del centro para la “Reconstrucción nacional”. Es un film sobre las fiestas de Persépolis. ¡Un lujo extraordinario! ¡Repulsivo! Comprendo que Pompidou no haya querido ir a Teherán en 1971.
Miércoles 21 de noviembre
En la mañana estuve en el Cotolengo (obra de ayuda en favor de los niños inválidos) con mis colegas del Cuerpo Diplomático y las damas de la Junta. Estuve cansada y distraída. Las “buenas intenciones” de la gente que me rodea me irritan. ¡Qué hipocresía! ¡No! La religión no puede ser esta sosería. Cuando vuelvo, veo en una iglesia un enorme cartel tricolor que dice: “María, Salvación de la Patria”. Pienso en todos los muertos…
Fierre vuelve y lee la lista de los sesenta asilados que han obtenido sus salvoconductos para partir a Francia. Reunión en la escalinata, alegría para los que parten, desilusión para los otros.
Té en casa de la señora de Almeyda. Es una mujer digna y valiente. No quiere irse de Chile. Me hace una descripción de la suerte lamentable de su marido y de los treinta detenidos de la isla Dawson.
Cóctel de despedida del Embajador de España. Me siento muy desgraciada. La mujer de un alto funcionario dice en voz alta, tomando como testigos a sus vecinos: “¿No es cierto que en Santiago no se ha visto sangre para nada?” Es una señora madura y puede que sea sincera. ¡Pero está enceguecida! No hay más que un lado, un solo partido.
Disparos en la noche, justo frente a nuestra puerta. Un refugiado de rasgos indígenas, acaba de escalar el muro.
Viernes 23 de noviembre
Entran mujeres y niños. ¡Ya no entiendo nada! ¡Es para enloquecer! Son las familias de los que parten mañana a Francia. Ni siquiera se presentan.
Sábado 24 de noviembre
Veo en la vitrina de la panadería donde compro todas las mañanas, carteles como los de los nazis…
El carabinero de guardia le pegó a Pedro con la culata de su fusil porque no tenía el “pase” para poder atravesar la reja. Los dos Padres están a punto de ser arrestados, cuando nos traen veinte frazadas.
Parten catorce refugiados. Se abrazan en el bus amarillo de la Alianza Francesa. Me llaman “Señora Embajadora” o “Señora Francisca”. En el aeropuerto los registran y les confiscan sus carnets de identidad, sus diplomas, etc. Fierre promete que a los de la partida siguiente les hará enviar los documentos por valija diplomática, siempre que no sean muy voluminosos. Tienen que hacer solos el trayecto desde la sala de espera hasta el avión, lo que no deja de ser peligroso. Son doscientos metros sin resguardo. Fierre y sus colaboradores suben a la terraza y no les quitan los ojos de encima. Allí están también padres y amigos, que gritan y cantan. A pesar de nuestras advertencias, algunos refugiados no pueden resistir la tentación de hacer manifestaciones. Dos de ellos levantan el puño y son inmediatamente sacados por la policía. Hay que hablar entonces, suplicar; mientras el avión espera.
Domingo 25 de noviembre
Un llamado de teléfono del Embajador de Suecia. Pide que Fierre vaya a ayudarlo a defender a una de sus refugiadas, llevada de urgencia a una clínica. La policía quiere sacarla e interrogarla. El asunto se pone serio. Arrojan al suelo al Embajador de Suecia y éste se aferra al lecho de la enferma. A las tres de la tarde es el fin. Se llevan a la enferma en medio de un gran despliegue de fuerzas. El Embajador de Suecia viene a nuestra residencia hacia el final de la tarde. La policía lo sigue hasta la puerta misma y registran su automóvil a la entrada y a la salida. En la reja se apretujan muchos refugiados, que lo aplauden.
Lunes 26 de noviembre
El caso de la clínica empieza a cobrar relieve en la prensa. Hay gente que parece molesta cuando me habla…
Miércoles 28 de noviembre
Partida de cuarenta refugiados. Gran concentración frente a la reja, donde esperan tres autobuses, dos de la Alianza Francesa y uno de la policía. Gran despliegue de fuerza militar. S… me dice que dos de los refugiados que van a partir son policías, que tienen la tarea de espías. Les toma una foto.
Jueves 29 de noviembre
En la tarde, té de las damas de la Junta en el Country Club. Pocas embajadoras. ¡Reunión de todas las “momias” del país! Momentos insoportables, cuando un cantante empezó a burlarse de los comunistas, de los fusilados, del Estadio Nacional. Me hice notar, ciertamente, al no aplaudir con los otros.
Viernes 30 de noviembre
¡Alegría! Un refugiado pregunta si su hijita, que acaba de nacer, puede ser bautizada en la Embajada. Su mujer entrará en pocos días más, cuando tengamos los salvoconductos. Nos escogió a mí como madrina y a Fierre como padrino.
Seis nuevos refugiados saltan el muro de la residencia, cuatro en la Cancillería. Suspendemos todos los controles…
Muchos disparos esta noche. Pinochet ha pronunciado en Punta Arenas un discurso muy inquietante: “Endureceremos todavía más nuestras posiciones, estamos lejos de haber terminado la guerra.”
Se burlan de los refugiados en los diarios: del bullicio que arman, del espectáculo que dan mostrándose en las rejas. Dicen que se dan la gran vida en las embajadas, ¡que lo que buscan es hacerse pagar un viaje a Francia!
Somos ciento treinta en la residencia. Cuando nos despertamos, sobrecoge el olor de los cuerpos, apretados los unos con los otros.
Sábado 1 de diciembre
Todas las habitaciones, el salón, el comedor, están transformados en dormitorios. Sólo nos queda nuestro propio dormitorio, el de Henri-Pierre, y una piececita al lado que nos sirve a la vez de sala de recibo y de comedor. Allí recibimos, sobre todo, a los refugiados.
Cuando Fierre parte a su oficina, hay siempre alguien que lo detiene para hacerle “una consultita, señor Embajador”. Para esta gente separada del mundo, nosotros somos el único vínculo con el exterior. Con frecuencia nos esperan a la salida del dormitorio para contarnos sus cuitas o deslizamos papelitos.
Vamos a una recepción en una embajada. Todo muy bien encerado, impecable, con carabineros, incluso, en el interior. Nos cuentan que vino la policía y que lo mejor era poner alambre de púas en las rejas.
Domingo 2 de diciembre
Hoy saltaron diecisiete refugiados: diez en la mañana, siete en la tarde. Fierre mantiene la calma. Yo voy a la Embajada de Italia, a ver cómo van allí las cosas: colchones y frazadas secándose en las ventanas; seis soldados armados en los alrededores. En nuestra residencia un solo carabinero vigila las dos calles.
Jueves 6 de diciembre
El Padre viene a verme. Está desesperado con las cosas que ve. El querría que entraran todavía en las embajadas ciento cincuenta personas, todas en peligro. El martes 11 de diciembre es el plazo final. Después de esa fecha, las embajadas de los países que no están adscritos a la convención sobre el asilo político, no podrán recibir más refugiados. Si, no obstante, deciden hacerlo, éstos no obtendrán salvoconducto para salir del país.
Sábado 8 de diciembre
Numerosos disparos esta noche.
Por la mañana vienen a decirme que una mujer se desmayó. Es la “alcaldesa”, que quiso hacer entrar a sus hijas, porque ella parte pronto para Francia. La Embajada está ahora muy vigilada. Un carabinero disparó varios tiros al aire para amedrentarlas. Una de las muchachas entró, la otra estuvo detenida algún tiempo, pero luego fue puesta en libertad.
La vigilancia es mayor desde el incidente de París: la Embajada de Chile fue atacada por manifestantes.
Domingo 9 de diciembre
Voy al aeropuerto a despedir al Embajador de Suecia. Los periodistas y los fotógrafos lo asedian. Cuando se dirige al avión se oyen algunos aplausos en la terraza; los carabineros se colocan frente a la gente con sus fusiles…
El Ministro Consejero del Canadá viene a vernos: la embajada abre sus puertas a cincuenta o sesenta personas. ¡Ya era hora! El plazo final para acoger asilados vence mañana en la noche. ,
Lunes 10 de diciembre
Estamos como enloquecidos con la decisión de inscribir aún algunos nombres en la lista antes de que sea demasiado tarde. La llevaremos al ministerio a las 16 horas treinta (las oficinas cierran a las 17). El Padre me llama por teléfono, pero son peligrosas las explicaciones y le pido que venga antes del almuerzo. Me da una lista de veinte nombres, pero no nos será posible considerarlos todos.
Martes 11 de diciembre
¡Somos 155 personas! Cada vez necesitamos más y más alguien que atienda a una cuarentena de niños, que pasan todo el día en el jardín sin saber qué hacer. Nos proponen una parvularia y hacemos lo necesario para conseguirle un salvoconducto.
Miércoles 12 de diciembre
A las cinco de la tarde voy donde O… T… Pedro abre la reja para dejarme salir con la citroneta. De improsivo, una batalla. Gritos. Un carabinero entra y toma por el cuello a una muchacha, que lanza un aullido. No logro entender muy bien la situación. Es tanta la brutalidad, que pensé que se trataba de un muchacho. Ella tiene el pelo corto y usa blue-jeans, y afirma que el carabinero se introdujo en la Embajada para sacarla a la fuerza. Hay, por lo demás, una prueba, porque a él se le cayeron los papeles de identidad. Corro a buscar al Primer Secretario de Embajada, que justamente está allí.
Conservo siempre en mi cartera los documentos. Trataremos de utilizarlos para conseguir que la deje en libertad. Los vecinos se han asomado: ¡ella gritaba tanto! Los^refugiados también están presentes, arracimados en la reja. En ese instante empiezan a llegar los parientes de los refugiados que deben partir mañana. En taxis, en diversos autos. Con sus equipajes, logran entrar casi sin control, porque los carabineros están ocupados al otro lado de la calle. Llega un oficial, que quiere arrastrar a la muchacha hasta un furgón policial. El Ministro Consejero, que ha llegado entre tanto, discute largamente, pero el oficial, intratable, no cede. Ella se resiste y recomienza con sus gritos, mientras el carabinero la empuja al interior del furgón, hiriéndole una pierna. Con el dolor, ella se calla de inmediato. El oficial promete que si le devolvemos los documentos del carabinero, podremos ir a visitar a la muchacha. Se los devolvemos para no envenenar más la situación. Pero entonces hay que calmar a los refugiados, explicándoles que haremos todo lo necesario para liberarla.
Jueves 13 de diciembre
El marido de la desgraciada joven viene a cada rato para saber si tengo noticias suyas. Ella saldrá de la comisaría dos días después, y luego partirá a Francia.
A las cuatro de la tarde, gran partida. Adioses conmovedores en las rejas. Leen la lista de los que parten y conforme sus nombres son mencionados, van trepando al autobús amarillo de la Alianza Francesa. Se escuchan los cantos de los que parten y también de los que quedan. A pesar de las recomendaciones, algunos no pueden dejar de levantar el puño en las narices mismas de los carabineros, los que no disimulan su mal humor. La escolta militar está lista: un coche delante y otro detrás del autobús.
Viernes 14 de diciembre
Los diarios vienen llenos de informaciones sobre la historia de la refugiada que quiso entrar por la reja de La Concepción. Los hechos se presentan deformados: ella se habría enfrentado al Ministro Consejero y al Primer Secretario, que querían expulsarla.- Ambos envían a la AFP una nota de rectificación.
Sábado 15 de diciembre
Noche agitada antes de la partida de veinte refugiados. El diputado cantó hasta las cinco de la madrugada. El autobús amarillo llega a las seis. Nosotros los acompañamos hasta el aeropuerto.
Domingo 16 de diciembre
Esa noche se sienten tiroteos varias veces, del lado de la Costanera. Hacía un buen tiempo que no ocurría. Fierre está en París, y no puedo evitar pensar en todo tipo de dramas.
Lunes 17 de diciembre
Los diarios hablan del ataque a la oficina de Lan-Chile, en París. ¿Los disparos de anoche no habrán sido una represalia? Así mismo fue días atrás, cuando los estudiantes ocuparon la Embajada chilena.
Martes 18 de diciembre
Estoy consternada con el artículo de Le Monde: acusa a los funcionarios de la embajada de haber cedido al entregar a la policía a la muchacha de La Concepción. ¡Qué injusticia! Felizmente, días después el diario puntualizará las cosas y describirá con exactitud lo que hace la Embajada.
Viernes 21 de diciembre
Nuestros refugiados se reúnen en conciliábulo durante la jornada. Por la tarde anuncian su intención de declararse en huelga de hambre, de común acuerdo con los refugiados de otras embajadas, para protestar contra el atentado de que ha sido objeto un refugiado en la Embajada de Suecia: dispararon sobre él desde el exterior, y está gravemente herido en la cabeza. Es Calderón, ex-ministro de Allende.
Los refugiados me comunican también que no desean festejar la Navidad, que se haga una fiesta sólo para los niños.
Sábado 22 de diciembre
La huelga de hambre continúa. Se los ve tendidos, cansados, y ya no se escuchan cantos. Los comunistas han decidido suspender la huelga a las 24 horas. Los socialistas a las 48 horas. Me siento infeliz, con la conciencia culpable mientras como… Ellos sólo beben agua fría. Los hombres se mantienen bien, pero las mujeres se ven fatigadas.
A la hora prevista, saco de las reservas las provisiones de mejor calidad. Un grupo de socialistas está en el altillo; otro en el garaje, “la Timba”, como ellos la llaman, allí organizan sus festejos. En el segundo piso, los comunistas. En la habitación verde vecina a la nuestra, los del MAPU.
Lunes 24 de diciembre
Distribución de juguetes en la tarde, en la Cancillería. Teatro de marionetas, hecho con ingenio con recursos mínimos. El escenario se arma con dos camas plegables, hay una cortinilla azul, y las marionetas están hechas con pelotas y trapos viejos. Al principio, todo es bastante anodino, es para los niños, pero luego la cosa se vuelca a la política, sin duda, y dura un la^go rato. Los refugiados toman sus guitarras y llenos de ardor, sin sonreír, cantan y tocan tristemente temas sobre la revolución y sobre la muerte.
En la residencia, los refugiados me regalan flores y tocan aires melancólicos. Han fabricado una batería con un viejo coche de muñecas, tarros de conserva de diversos tamaños, una botella, algunas cajas de cartón. Con estos instrumentos heteróclitos más un tambor mapuche y dos guitarras, forman una excelente orquesta. ¡Tendrían éxito en París! En los chilenos, el ritmo es innato, y sus voces son cálidas, embrujadoras.
Al final de la distribución de juguetes, una niñita me ofrece, en nombre de los niños de los refugiados, un cenicero de cobre.
Me decido a pronunciar unas pocas palabras… Con un poco de miedo y con mis faltas de español. Mireya me responde cálidamente, teniéndome de la mano. Ambas estamos muy emocionadas.
Martes 25 de diciembre
Partida de la residencia a las siete de la mañana. Seis refugiados: Gastón “el muerto”, al que finalmente le han sacado parte del yeso, y que marcha apoyado en el brazo del doctor; la señora L… con su nieto, y una joven mamá con sus tres hijos, incluida la guagua bautizada en la Embajada.
Todo transcurre normalmente. Esa mañana de Pascua el avión parte casi vacío.
Domingo 30 de diciembre
Recibo la visita de la señora J… P… Me deja completamente desmoralizada con sus chismes sobre la vida privada de Allende, sus críticas sobre nuestra acción negativa con los refugiados, esos aprovechadores, dice, gente cochina que viaja a Francia, etc.
Salgo en el auto y veo a alguien que pasa clandestinamente un paquete a través de la reja a un refugiado. Tres carabineros lo rodean de inmediato, apuntándolo con sus metralletas. Cuando vuelvo, explico, una vez más, que es peligroso comunicarse con el exterior.”El refugiado aludido me dice: “Es mi hermano, un ‘momio'; ¡para que aprenda!”
Lunes 31 de diciembre
El Ministro Consejero llega con pollos y abundantes provisiones para la cena de Año Nuevo. Igual en la Cancillería. Comemos juntos con los refugiados. Los niños también, en una mesa aparte, donde se divierten con sombreros de papel que ellos mismos han hecho. Breves discursos alusivos, llenos de humor y alegría. A medianoche les ofrecemos una copa de champaña. Yo me recojo pronto. En el garaje cantan La Internacional, los puños en alto, y eso me resulta penoso. Como represalia, los carabineros disparan sus armas. Algunos vecinos telefonean pidiendo que los hagamos callar.
Jueves 3 de enero de 1974
La AFP anuncia que un refugiado que había trepado a un árbol en la Embajada argentina, fue muerto por un carabinero.
Viernes 4 de enero
En Le Monde viene un artículo elogioso para la Embajada. Francia ha recibido ya cerca de mil refugiados.
Sábado 5 de enero
El avión de Fierre tiene una hora de retraso. Pero, en fin, allí llega. Hablamos, desempacamos, nos sentimos felices.
Miércoles 9 de enero
Cóctel de despedida de I… Concurren muchas ex-amigas de Tencha Allende, que ahora reniegan de ella. Esta cobardía me repugna. Ya no puedo soportar estas recepciones.
Los B… vienen a la residencia y miran a su alrededor con un aire de gran disgusto. Nos preguntan cuándo terminaremos de desembarazarnos de toda esa gente.
Fierre tiene realmente deseos de abandonar el país. Encuentra insoportable tener que negociar constantemente con la Junta.
Viernes 11 de enero
Té en el Palacio de La Moneda. El edificio está reconstruyéndose. Yo estoy atónita. Todo ha sido pintado de nuevo. Reconocemos a los servidores, a la recepcionista, una mujer gorda e indiferente, con la mirada perdida, que ya estaba allí en tiempos de Allende.
Disparos toda la noche. No dormimos. Como otras veces, atravesamos la habitación agachados cuando pasamos frente a las ventanas.
Sábado 19 de enero
Los trece últimos refugiados en la residencia son trasladados a la Cancillería para juntarse con los que quedan allí. El pobre señor L… parte muerto de pena.
Domingo 20 de enero
Los refugiados en la Cancillería tienen la moral muy baja. Encuentran que no hacemos todo lo posible para conseguir sus salvoconductos.
Les llevamos un aparato de televisión. Fierre los reúne en su oficina, les habla francamente. Esta confianza los tranquiliza. Ellos piden, sobre todo, que haya una preocupación particular por cada caso. Ya no son sino treinta y cinco…
Martes 22 de enero
Limpiamos la residencia, donde daremos un cóctel mañana, el primero después de cuatro meses.
Miércoles 23 de enero
Todo está otra vez en orden en las piezas de recepción. Los invitados hablan poco de los refugiados durante el cóctel. Sobre todo, los franceses de Santiago, a quienes no les ha gustado lo que hemos hecho. Para ellos, todo es como antes; casi no se han dado cuenta de lo que ha ocurrido.
Sábado 26 de enero
Esta mañana vi en Providencia a un muchacho con los pies descalzos que ofrecía en venta sus zapatos. Para comprar comida. El costo de la vida aumenta de una manera vertiginosa. Mucha gente se alimenta únicamente de pan y té.
Sábado 2 de febrero
A primera hora de la tarde Pierre-Henri corre a avisarnos que acaban de subir un muerto desde el Mapocho, justo frente a la Embajada. Al lado del cuerpo, dos carabineros y un policía civil con el brazalete distintivo de “estado de guerra”. Una camioneta blanca se detiene, así como un auto grande, del que descienden “civiles” del S.I.M. El policía del brazalete espanta las moscas que revolotean sobre el cadáver. Anota en una libreta lo que le dicta alguien, probablemente un médico, que con una mano envuelta en plástico, examina la cabeza del muerto. Lo levantan de ambos lados por las piernas y los brazos; la cabeza cae hacia atrás, como la de un muñeco descoyuntado. Veo la ancha herida en plena frente. No está mojado; tiene el torso desnudo, sólo está en pantalones y con zapatos. Los policías apartan a la gente, arrojan el cuerpo en la camioneta y el cortejo siniestro desaparece.
Domingo 3 de febrero
Veo que alguien se precipita hacia la puerta, y que salta la reja. Abro la ventana y le pregunto qué desea. “Asilo”. El pobre muchacho tiembla y nos dice que lo persiguen, a su mujer también. Le explicamos que aquí ya no hay solución alguna. Se le ve desesperado. La cacería humana continúa. No podemos ponerlo en la puerta. Le escondemos algunos días y conseguimos trasladarlo luego a una embajada sudamericana. Ese día dejé de tomar notas, que ya llenaban dos libretas.
Nos mantuvimos en contacto estrecho con los refugiados de la Cancillería. Los últimos partieron a principios de julio, unos pocos días antes que nosotros abandonáramos Chile.
Se mostraron reconocidos con nosotros. Comprendieron que habíamos hecho todo lo posible por ellos. Yo agradezco, a cada uno en particular, lo que me aportaron. Su calor humano y sus sufrimientos ensancharon mi corazón, mi espíritu. Deseo que hayan encontrado trabajo en Francia y que vivan felices, a pesar de la mucha tristeza por no poder vivir más en Chile… Pero con la esperanza…
(Traducción de M.B. y J.M.)
Tuve el honor de conocer al Embajador Pierre de Menthon.
Como diplomático chileno exonerado por la Dictadura,el Embajador me recibió en la Embajada e hizo los trámites
que me permitieron viajar a París para estudiar en la Fondation Nationale de Sciences Politiques.
Todo ésto fué posible gracias a la valienta señora Irma Cáceres de Almeyda,a quien tuve el agrado de acompañar después del Golpe de Estado.
Quisiera que la historia supiera del enorme coraje del
Embajador Pierre de Menthon,valeroso resistente durante
la Francia ocupada y que no le mostró miedo a los
fascinerosos que se tomaron el país a sangre y fuego.